domingo, 20 de diciembre de 2009

I'll be there for you...

10:59

Siempre supe que es mejor, cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo

Aunque este texto no empiece por la descripción física y moral de un servidor, es cierto que la frase inicial que da comienzo a este breve relato, además de contener algo de información sobre el que escribe estas líneas, también tiene un significado mucho más amplio y profundo de lo que puede parecer a simple vista.


¿Sabéis qué se siente al conocer a alguien por primera vez? Supongo que sí. Esos nervios que afloran por no saber qué decir, cómo decirlo y en qué momento decirlo; la ansiedad que sale a relucir, al intentar mostrar tu lado más simpático e ingenioso, tratando de no utilizar frases incoherentes y sin sentido alguno; sin olvidar los típicos tartamudeos que tan mala imagen pueden dar de todos y cada uno de nosotros.


Pues bien, en esta historia, que habla, precisamente, del encuentro de dos personas por primera vez, no hay nada de eso. Mentiría si negara la ausencia de tensión en un primer momento, porque, aunque se disipara en cuestión de segundos, existió. Para conocer con detalle los acontecimientos de ésta, es necesario tener unas nociones básicas sobre el contexto en el que ocurrieron:


Todo comenzó a principios de octubre de 2008, cuando los protagonistas empezaron una nueva etapa de su vida en la universidad Miguel Hernández de Elche. Con el contraste entre el agobio que proporcionó el profesor Salvador Giner, y el aire de tranquilidad post-selectividad con el que todos los alumnos llegaron al edificio Atzavares, empezaron las clases. Con ello, se empezaron a forjar los primeros lazos de amistad, que unirían a jóvenes durante el primer año; camaradería que, posteriormente, se extendería al segundo año, en el que los vínculos se arraigarían todavía más, intentando fortalecerse hasta los cinco años de estudios que dura la licenciatura de Periodismo.


Entre esos atolondrados muchachos, se encontraba una extrovertida chica cubana, residente en Torrevieja, cuyo desparpajo y simpatía atrajo la atención de un tímido joven ilicitano. Aunque los primeros días no hubo apenas contacto, es cierto que, tras una breve conversación en la que la chica invitó al joven a unirse a su grupo de trabajo, ya podía vislumbrarse la química existente entre ambos. Sin embargo, no fue hasta una tarde en la que, tras comer juntos, empezaron a hablar de verdad, y a darse cuenta de las muchas cosas que tenían en común, especialmente, cuando uno terminaba las frases (o canciones) del otro. A partir de ahí, ambos plantaron una semilla de amistad que, poco tiempo después, germinó, y, poco a poco, se ha ido convirtiendo en una hermosa flor.


Dejando a un lado relatos y metáforas varias, cabe identificar, de forma clara, a la chica protagonista del relato como Claudia Camila Castellanos Tamayo. Aunque la breve descripción realizada en líneas anteriores sea certera, es cierto que puede ampliarse diciendo que, sin exageraciones, ni adornos de ningún tipo, es una de las mejores alumnas que se puedan encontrar en la UMH, y no tanto por su expediente académico (que también), sino por el halo de bondad que le embarga cada vez que uno se encuentra cerca de ella, pues siempre que se requiera su ayuda, allí estará la primera, esperando para solucionar tu problema, sin importarle el esfuerzo que pueda llegar a suponerle.


Aunque, sin duda, éste es uno de los aspectos fundamentales de su personalidad, no se debe olvidar otros rasgos tan característicos como, por ejemplo, puedan ser su compañerismo, muy útil a la hora de realizar trabajos grupales, en los que, la mayoría de veces ha ejercido de “capitana”; su espíritu luchador, que le ha permitido combinar su vida de estudiante con la de ama de casa, saliendo airosa de ambas; o su acentuado altruismo, ya mencionado. No obstante, a pesar de su carácter temperamental, no se le puede acusar de egoísta ni intransigente, ya que la tolerancia está incluida en el saco de sus múltiples virtudes.


Si a todo ello le sumamos una simpatía desbordante, con la que derrocha diversión por todas partes, tendremos lo que es una amiga, y por extensión, la amistad según el diccionario de la Real Academia Española: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Porque los verdaderos amigos no son los que te acompañan de fiesta en fiesta, pidiéndote que, tras acabar, cojas el coche y les lleves de vuelta a sus casas, olvidándose de tu existencia hasta la próxima celebración. Y tampoco son aquellos que te narran los acontecimientos más importantes que han pasado por su vida en los últimos días, y que, tras haber finalizado su discurso de una hora de duración, están esperando, impacientes, a que cierres la boca, para seguir con sus historias. No. Los verdaderos amigos son aquellos que te acompañan en los momentos inolvidables de tu vida, los que te escuchan siempre, independientemente de si lo que tienes que contar es relevante o no; y con los que, a pesar de enfadarte de vez en cuando, los llamas al día siguiente pidiéndoles disculpas por tu absurdo comportamiento.


Por ello, y mucho más, puedo considerar a Claudia una amiga, una VERDADERA amiga, que merece todo el reconocimiento del mundo entero; pero, de momento, espero que se conforme con esta entrada en el blog de clase.


Tolstoi expuso, al comienzo de su novela Ana Karenina, que todas las familias felices son iguales y cada familia infeliz lo es a su modo; con los amigos ocurre lo contrario: todos los buenos son distintos entre sí, pero los malos se parecen mucho.

3 comentarios:

Caja Roja dijo...

Qué bonita la descripción de Claudia.
Puro sentimiento.
Buen trabajo Borja.
Un saludo desde Caja Roja :)

Miguelito Informa dijo...

Cariño, que entrada más preciosa le has escrito a Clau.Y es que se la merece.
Os queremos mucho chicos ;)

periodistasUniversidadMedioHecha dijo...

simplemente...impresionante! cuanto amor
un besote

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